Caracas.- La disciplina interna que caracteriza al chavismo podría estar ocultando las grietas reales que se perciben, como si desde adentro se estuviera afectando la gobernabilidad. El hecho de que haya sucesos horrorosos como lo del capitán Acosta coincidiendo con la visita de la ONU o que promuevan impuestos y trabas para constituir empresas, mientras se habla de inversión extranjera y se flexibiliza el mercado o que se detenga una clarinetista por un Tweet, parecieran ser síntomas de, al menos, descoordinación, por no llegar a pensar que se trata de un boicot interno. La gravísima situación del país le da un marco de credibilidad a esa hipótesis, pues por más que se trate, desde el relato oficial, de mostrar una cara diferente, la realidad es inocultable, y cada vez más es percibido como “tratar de tapar el sol con un dedo”. Son mensajes subliminales que emanan desde el cuerpo revolucionario, diciendo lo mismo que cualquier ciudadano: “esto no puede seguir así, algo tiene que cambiar”. Lo razonable, ya que existe Barbados, seria que el chavismo reconociera que el dogma socialista que aplicaron, no es sostenible, y que habría que aprovechar ese espacio para comenzar una transición. Que amparados por la confidencialidad acordada con Noruega, se pudieran plantear escenarios “políticamente incorrectos”, en los cuales se reconozca que por el camino que van, el único desenlace será el temido choque de trenes; pues esta vez, nadie va a ceder y continuarán hasta el final. Sin la participación del chavismo no hay solución posible, pero, dependiendo de cómo participen es que será una solución o un problema más grande.