Caracas.- Como les anticipé, la fecha 11 de junio era importante para las elecciones argentinas pues obligaba a mostrar definiciones.
La próxima es el 22 y de allí en adelante todo será campaña.
Macri seleccionó a Miguel Pichetto como su compañero de fórmula, lo cual no tendría mayor relevancia excepto que se trata de un peronista, mientras que Macri es anti.
El tradicional antagonismo argentino entre peronistas y antiperonistas no puede ser entendido en su totalidad sin agregarle la dimensión izquierda-derecha, en cuyas coordenadas ambos se encuentran en la derecha, mientras que Cristina, siendo peronista igual que Pichetto, se encuentra en la izquierda.
Derecha e izquierda son nombres que representan, en este caso, mercado y competencia el primero, y estatismo y populismo el segundo, por lo que parece que esta segmentación es más fuerte que la otra.
El kirchnerismo logró dividir al peronismo en forma casi irreversible cuando le abrió espacio a la izquierda, dándole refugio a aquellos que fueron expulsados de la Plaza de Mayo por el propio Perón en persona.
El grueso de los votantes de Cambiemos son esencialmente antiperonistas, por lo que una incorporación de este tipo, debería tener como riesgo que algunos votos de Macri se perdieran, excepto que no tendrían para dónde ir, y menos aún con la atractiva autodefinición de Pichetto de ser capitalista y de ser reconocido como conservador de derecha.
Esta elección se trata de un choque entre modelos, de continuar con los cambios estructurales (así la economía coyunturalmente no ande muy bien), o regresar al deterioro generalizado (así la gente tuviera una sensación de bienestar a base de subsidios).
Es el pasado versus el futuro. Cristina tiene un techo de 34%, Macri un piso equivalente, los partidos menores alrededor del 12%, mientras los indecisos entre el 18 y el 20%, que son los que decidirán esta elección.
Y Pichetto tiene el rol de capitalizar los votos de Massa, quien se pasó al kirchnerismo dejando a sus votantes atrás.
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