El mercado extra bancario surge cuando el sistema financiero formal se ve limitado por las propias condiciones de su existencia que son servir de lubricante para que los engranajes de negocio continúen operativos y no se produzcan vacíos de tesorería. Cuando la banca ya no puede hacerlo con efectividad, la economía tiende a buscar alternativas que en la medida que se alejan del marco formal, comienzan a tomar el riesgo de lo novedoso, que si bien no es ilegal, sí entra en un territorio más basado en la confianza y la trayectoria (para las grandes empresas) y en las garantías reales para las más pequeñas y los particulares. Transan entre sí las tesorerías de las empresas, las excedentarias les prestan a las deficitarias usando instrumentos usuales de la práctica mercantil. El pedido de la Sudeban a la banca de suministrar información de los mayores deudores, los mayores depositantes y los mayores fideicomisos son oportunos como un alerta de cuál podría ser el origen de las derivaciones a mercados no tradicionales. Esta situación se refuerza cuando se producen restricciones monetarias fuertes, por parte de las autoridades; ya sea por la hiperinflación y la destrucción consecuente del valor de la moneda, ya sea por los encajes y medidas monetarias con efectos astringentes (aunque luego se contradiga con medidas fiscales del gasto). Al Estado debería importarle mantener a la banca en buen estado de salud, pues se trata, tal vez, de la última plataforma estable de gobernabilidad que le queda. Cuando le pide algo a la banca puede confiar que ésta siempre lo hará. Si la tasa interbancaria sube y los bancos comienzan a salir de compensación, entonces hay algún elemento de riesgo. Sin embargo, en paralelo, está propiciando una moneda extra bancaria que es el petro y restringiendo la operatividad de la banca, vía el nuevo encaje del 60%.