Los dogmatismos a ultranza son malos. Los blancos y negros absolutos no existen; en general nos movemos en escalas. Y en lo referente a la participación del Estado en actividades comerciales el Gobierno se ha inclinado a que el Estado sea parte de todo…y si no lo es ahora, no es porque no quiera, sino porque aún no puede. Pero la estrategia es que el sector privado sea pequeño y que las empresas donde el Estado esté presente (empresas sociales) sean la mayoría.Y hoy, la mayoría está presentando problemas y algunas, las más grandes, están mal organizadas y hasta técnicamente quebradas. Hay que repensar la participación del Estado y devolver al sector privado esas empresas…las que constituyó la revolución, y las que eran públicas antes. Ya no tienen la capacidad de prestar los servicios y entregar los productos que justifican la existencia de cualquier empresa. El concepto de empresa social es un contrasentido en sí mismo, pues si es lo uno, difícilmente pueda ser lo otro. Al menos no en el sentido que la revolución le ha dado, que es crear empleos inorgánicos para que perciban un ingreso, así no generen nada a cambio. Hay que darle un vuelco casi inmediato a este tema y pasarlas a manos privadas competentes, nacionales e internacionales, para que el Estado cueste menos y sirva mejor, y que los servicios cuesten lo que tengan que costar, pero que se pueda contar con ellos.