Por eso, más allá de la dicotomía capitalismo/socialismo está la necesidad de que las cosas funcionen bien. Si tan solo pudieran diferenciar el capital de la operación, y mantener la gerencia profesional, diferente sería el resultado. Casos de la antigua Pdvsa y sus filiales, tipo Lagoven, de Edelca o del mismo BCV, que eran reconocidos como empresas de excelencia de clase mundial…y eran del Estado. Esto es así, porque cada vez que el Estado interviene como actor en el campo empresario, se debilitan los controles que este debería ejercer en esa actividad (conflicto de intereses de controlarse a sí mismo) y la actividad se distorsiona, induciendo todas las limitaciones de un ente de gobierno, quitándole competitividad y oportunidades de éxito. 

Y por otra parte, al adscribirla a algún ministerio, le da al gobierno una flexibilidad peligrosa que puede llevar a la corrupción en ambos lados: en las empresas manejadas como gobierno y en el gobierno manejado como empresa. Por eso, las cosas no salen bien cuando se combinan corrupción e ineptitud; si bien las dos son malas, la ineptitud es peor, pues causa daños muy profundos y a veces irreversibles, como en actividades altamente sofisticadas, que pasan a manejarse con criterios políticos. 

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