Al maestro con justicia
No reconocer la elevación y la dignidad humana y profesional de un maestro, impedir su actividad académica, sojuzgarlo y someterlo a condiciones ruines es sepultar las esperanzas de progreso y bienestar de la Nación
Iniciamos este mes natalicio recordatorio de Luis Beltrán Prieto Figueroa en un país que debe retomar su verdadera historia plena de legados y principios esenciales, obligantes para todos aquellos que quieran reivindicar con su pensamiento y su acción los mandamientos republicanos, exaltando como debe ser la dignidad, el ejemplo, la significación de los maestros de Venezuela.
Maestro como lo fue Andrés Bello, maestro como lo fue Simón Rodríguez, maestro como lo fue Núñez Ponte, maestro como lo fue Rómulo Gallegos, entre otros, para quienes haberlo sido fue título de honor, respeto a la Nación, fidelidad a los valores republicanos; maestros que no admitieron tiranías, dictaduras, violación de los derechos de los pueblos y defendieron la educación, la dignidad y la cultura, el saber para formar ciudadanos libres.
Toda sociedad progresista y culta tienen en el maestro su eje, su centro, el vínculo que afirma la continuidad fundamental de las ideas, de los hechos, de los ejemplos, de las lecciones en las que se forma el espíritu moral e intelectual de un país.
No reconocer la elevación y la dignidad humana y profesional de un maestro, impedir su actividad académica, sojuzgarlo y someterlo a condiciones ruines es sepultar las esperanzas de progreso y bienestar de la Nación.
El maestro es nuestro primer vínculo con la historia, con la filosofía, con las artes, con las ciencias, con la naturaleza, con la cultura, con la patria. Es el que nos enseña, simplifica las ideas, instruye con rectitud, ilumina el alma de la gente.
Las ideas se perpetúan en su palabra, el maestro que enseña destruye la ignorancia en la cual medra el bárbaro, el arbitrario, el opresor, el que busca apartar todo lo que se opone a su capricho sin razón, a los bajos intereses que impiden que los pueblos avancen y tengan pensamiento crítico para saber escoger con acierto su destino. El maestro es el enemigo principal de la miseria y de la dependencia: un maestro habilita al ser humano a ser mejor, a no obedecer ciegamente sino a cumplir una vida útil.
No hay ideas, no hay desarrollo, no hay democracia y libertad sin maestros. El maestro debe ser apreciado, valorado, reconocido como indispensable en una sociedad. El maestro no puede ser producto de la improvisación, el magisterio como gremio y profesión debe ser defendido, respetado y protegido.
La dignidad del maestro en Venezuela debe ser recuperada, así Prieto Figueroa lo señaló una vez: “Hay quienes quieren a un magisterio sumiso, arrinconado, incapaz de levantar la voz; pero un pueblo que tenga maestros de esta categoría tendrá que ser un pueblo de esclavos”.
Jfd599@gmail.com
Maestro como lo fue Andrés Bello, maestro como lo fue Simón Rodríguez, maestro como lo fue Núñez Ponte, maestro como lo fue Rómulo Gallegos, entre otros, para quienes haberlo sido fue título de honor, respeto a la Nación, fidelidad a los valores republicanos; maestros que no admitieron tiranías, dictaduras, violación de los derechos de los pueblos y defendieron la educación, la dignidad y la cultura, el saber para formar ciudadanos libres.
Toda sociedad progresista y culta tienen en el maestro su eje, su centro, el vínculo que afirma la continuidad fundamental de las ideas, de los hechos, de los ejemplos, de las lecciones en las que se forma el espíritu moral e intelectual de un país.
No reconocer la elevación y la dignidad humana y profesional de un maestro, impedir su actividad académica, sojuzgarlo y someterlo a condiciones ruines es sepultar las esperanzas de progreso y bienestar de la Nación.
El maestro es nuestro primer vínculo con la historia, con la filosofía, con las artes, con las ciencias, con la naturaleza, con la cultura, con la patria. Es el que nos enseña, simplifica las ideas, instruye con rectitud, ilumina el alma de la gente.
Las ideas se perpetúan en su palabra, el maestro que enseña destruye la ignorancia en la cual medra el bárbaro, el arbitrario, el opresor, el que busca apartar todo lo que se opone a su capricho sin razón, a los bajos intereses que impiden que los pueblos avancen y tengan pensamiento crítico para saber escoger con acierto su destino. El maestro es el enemigo principal de la miseria y de la dependencia: un maestro habilita al ser humano a ser mejor, a no obedecer ciegamente sino a cumplir una vida útil.
No hay ideas, no hay desarrollo, no hay democracia y libertad sin maestros. El maestro debe ser apreciado, valorado, reconocido como indispensable en una sociedad. El maestro no puede ser producto de la improvisación, el magisterio como gremio y profesión debe ser defendido, respetado y protegido.
La dignidad del maestro en Venezuela debe ser recuperada, así Prieto Figueroa lo señaló una vez: “Hay quienes quieren a un magisterio sumiso, arrinconado, incapaz de levantar la voz; pero un pueblo que tenga maestros de esta categoría tendrá que ser un pueblo de esclavos”.
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