Inicio con una frase que me topé en esta campaña: “Dado que la guerra comienza en las mentes de los hombres, es en las mentes de los hombres donde las defensas de la paz deben ser construidas” Constitución de la Unesco (1945). Estoy en total acuerdo ya que desde pequeños (nosotros los padres) les enseñamos a nuestros hijos que si alguien le pega debe devolverle el golpe mucho más fuerte, y desde ahí comenzamos a sembrar la violencia en la mente de nuestros niños. 

Tengo 53 años, soy madre de 3 hijos, trabajadora y vivo en un barrio de Petare, donde la violencia es el pan de cada día, no sé por qué, o a qué atribuirle el hecho de que en Petare la violencia sea como la operación matemática 2+2=4. También soy motorizada, en realidad el medio de transporte que utilizo para moverme es una moto, tanto a mi trabajo como para poder estar en las actividades que ocupan a mis dos hijos menores, el béisbol, propedéutico y las actividades de Embajadores Comunitarios, (todo esto suspendido por la pandemia). Este preámbulo lo hago para que puedan comprender que si la campaña de “Tejiendo el Hilo de Paz” hubiese llegado a mi vida 50 años atrás, tendría construida defensas de paz en mi mente, pero no fue así. 

 
Mi hijo mayor fue quien me animó a participar en Hilos de Paz, y me dijo: “no te preocupes mamá es fácil, será como hacer ejercicios todos los días”, y lo he intentado, por eso mi reflexión a la pregunta de inicio es: la paz es una meta. 

Una meta a la que tengo que llegar poniendo en práctica el modelo de Comunicación No Violenta presentado por Marshall Rosenberg: Hechos, Sentimientos, Necesidades y Petición, seguidos de los Pilares para la Convivencia. 

Tengo muchas experiencias que contar de hechos violentos que me han sucedido, hace poco venía en mi moto, la luz del semáforo cambió a verde y arranqué. Por el otro lado venía un vehículo a toda velocidad y tuve que frenar porque casi me arrolla, el conductor me insultó de tal manera que yo me quedé en shock, no pude reaccionar, primero por el susto, me quedé paralizada, (ésta fue la razón por la que hice el preámbulo de quien soy y lo que hago en mi rutina diaria), y en segundo lugar me llevó a pensar que si no estuviera construyendo las defensas de paz en mi mente, ante este episodio, me hubiese enfrascado con aquel conductor, lanzándonos cualquier cantidad de improperios. 

 
Esto me lleva a concluir que voy bien. Que, aunque no utilicé la Paz como punto de partida en mi vida, ni ha sido mi trayecto, la he fijado como mi meta, a la que debo llegar, borrando el patrón de mi naturaleza. Es decir, cada individuo se ve afectado por el ambiente que le rodea, y yo no he sido la excepción, así que la forma de manejarme en éste entorno para poder sobrevivir, con mucho pesar digo que ha sido siempre de manera violenta. El vivir día a día, con nuestras propias necesidades, sin detenerme a pensar o analizar que debemos respetar las diferencias de cada uno ha jugado en mi contra. 

Así que reitero: la Paz en mi vida será una meta a la que debo llegar a través de la Comunicación No Violenta, aplicando los principios para vivir en armonía, tanto en mi hogar como en mi comunidad, tratar de escuchar y comprender más, para lograr lo que al final es más importante… mi paz interior. 

Y culmino este ensayo como inicié, citando otra hermosa frase: “No hay camino para la paz; la paz es el camino” Mahatma Gandhi. 

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Por presentar un retrato auténtico y honesto de nuestra realidad cercana y permitirnos comprender a través de sus vivencias los pilares de las enseñanzas de Gandhi en el día a día de la vida cotidiana, otorgamos MENCIÓN DE HONOR a Thairuma Reyes por su ensayo.
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Esta es una iniciativa lanzada por Senderos A.C. (@senderos.ve) en el marco del proyecto Reconciliacción patrocinado por la Unión Europea dentro de la campaña “Tejiendo El Hilo de Paz”, la cual promueve conceptos y herramientas relacionados con la Cultura de Paz y la No Violencia.