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El conde Drácula: Historia y curiosidades

El estreno de “Hotel Transilvania 3” ofrece la excusa perfecta para revisar la rica trayectoria del conde Drácula en el cine y la literatura.

  • MICHAEL NISSNICK

23/07/2018 01:50 pm

Caracas.-La película “Hotel Transilvania 3”, actualmente en los cines venezolanos, trae de vuelta a los monstruos más famosos de la historia del cine, entre ellos al mismísimo conde Drácula. El Príncipe de las Tinieblas es un ícono indiscutible de la cultura popular gracias a una terrorífica novela publicada hace poco más de un siglo. Sobre ella, sus antecedentes vampíricos y sus derivaciones cinematográficas hablaremos a continuación. 



Aunque las historias de seres monstruosos sedientos de sangre han aparecido desde hace milenios en mitologías de todo el mundo, los vampiros tal como los conocemos hoy surgieron en Europa oriental entre los siglos XVII y XVIII, cuando las historias de cadáveres hallados intactos en sus tumbas con rastros de sangre en la boca, producto de sus supuestas salidas nocturnas para alimentarse de los vivos, se propagaron como la pólvora. Se creía que para neutralizarlos había que clavarles una estaca de madera en el corazón, decapitarlos, desmembrarlos o quemarlos. 



El primer vampiro oficialmente documentado de la historia europea fue Jure Grando, un campesino de la aldea de Kringa, en la actual Croacia. Aunque falleció en 1656, se dice que continuó deambulando por el pueblo durante los siguientes dieciséis años, aterrorizando a sus familiares y paisanos, causando la muerte de varios de ellos y sobreviviendo a numerosas tentativas de derrotarlo con estacas y cruces. Sus supuestas andanzas terminaron en 1672, cuando nueve hombres abrieron la tumba y uno de ellos decapitó a Grando con un hacha. 



La palabra “vampiro” no tiene un origen claro. Se ha especulado sobre su posible procedencia griega, turca o eslava. Un buen candidato es el vocablo serbio “vampir”, que se traduce como “espectro” o “cadáver”. 



Un animal indisolublemente unido a estas criaturas hematófagas es el murciélago vampiro, originario de Centro y Sudamérica. Son tres especies que apenas alcanzan los veinte centímetros de envergadura y que acostumbran tomar su alimento de animales grandes (en especial reses) cuando están medio dormidos. Contra lo que suele creerse, no chupan la sangre de sus víctimas, sino que abren una pequeña herida con sus dientes y lamen el líquido que sale, al tiempo que la saliva del vampiro impide su coagulación y funciona como anestesia. 



Se han propuesto varias explicaciones científicas al fenómeno del vampirismo europeo. Las opciones por lo general contemplan causas como las muchas epidemias que asolaban periódicamente la zona, y que llevaban a enterramientos apresurados de supuestos fallecidos que en realidad no lo estaban. Asimismo, se cree que varios rasgos de los vampiros corresponden a los síntomas de enfermedades como la rabia y la porfiria. 



El uso del ajo para repeler a los vampiros no está reñido con la ciencia más pragmática. El historiador Román Gubern ha resaltado el uso tradicional de esta planta para bajar la presión sanguínea: “De este hipotensor casero dice el folklore terapéutico español: Con el ajo, la presión abajo”.



Los primeros vampiros descritos por lo general solían ser rústicos campesinos y mordían en el pecho. Pero las cosas cambiaron a partir de 1819 con la publicación del primer relato moderno asociado a estos seres: “El vampiro”, escrito por John William Polidori, médico personal del poeta Lord Byron. Su Lord Ruthven era un “no muerto” refinado y aristocrático que mordía a sus víctimas femeninas en el cuello. Así quedó asentado el elegante arquetipo vampírico que tanto éxito tendría en décadas posteriores. 



Otro importante hito literario vampírico fue la publicación en 1872 de la novela “Carmilla”, del irlandés Joseph Sheridan Le Fanu y centrada en la relación lésbica entre la joven Laura y la vampira que da nombre al libro. El texto influyó de manera decisiva en un colega y compatriota de Le Fanu llamado Bram Stoker. 



Nacido cerca de Dublín en 1847, Abraham (Bram) Stoker estuvo recluido en su cama durante sus primeros siete años de vida por una rara enfermedad. En ese tiempo su madre lo entretuvo narrándole historias de miedo y hablándole sobre la Gran Hambruna que entonces asolaba su país. Tras recuperarse, Stoker estudió, se casó y desempeñó diversos oficios antes de entrar a trabajar al servicio de un importante actor teatral de la época, al tiempo que escribía cuentos y novelas de fantasía y terror. 



En 1890, inspirado por “Carmilla”, Stoker inició una larga investigación para escribir su propio relato vampírico, al que le dio el título provisional de “El No-Muerto”. Aquel año, mientras veraneaba en la localidad costera de Whitby, al nordeste de Inglaterra, el escritor leyó en la biblioteca local un libro de un diplomático inglés sobre Valaquia y Transilvania, zonas de la actual Rumanía asociadas a los vampiros. En dicho volumen, Stoker se topó con la siguiente nota aclaratoria: “DRÁCULA en lengua valaca significa demonio. Los valacos solían, en aquella época como también en el presente, dar ese sobrenombre a la persona que destacaba por su valentía, crueldad o astucia”. 



A raíz de este hallazgo, Stoker decidió cambiar el nombre original del protagonista de su libro, conde Wampyr, por el de Drácula. Se ha argumentado (aunque no hay pruebas concluyentes al respecto) que el autor irlandés también pudo conocer la historia real de Vlad Draculea, un gobernante valaco de finales del siglo XV famoso por su cruel costumbre de empalar en estacas a sus enemigos, lo que le mereció el sobrenombre de “Tepes”, “el Empalador”. 



El aspecto físico del Drácula de Stoker difiere mucho del refinado aristócrata que ya forma parte de la cultura popular. El conde de la novela es un ser siniestro de rasgos bestiales. Tiene el pelo blanco, tez pálida, cejas gruesas, poblado bigote, labios rojos, pelo en la palma de las manos y mal aliento. Dicha apariencia es la que luce Drácula en su primera representación artística, donde se lo ve descendiendo por los muros de su castillo, según se narra en los primeros capítulos del libro. 



Una posible fuente de inspiración para el aspecto del Drácula literario pudo ser Sir Henry Irving (1838-1905), el intérprete shakesperiano más importante de su tiempo y el primer actor de la historia inglesa en ser nombrado caballero. Stoker fue su representante durante veintisiete años. 



Pese a su importancia, el conde Drácula solo aparece en quince de las seiscientas páginas de la novela, aunque su siniestra influencia se siente en cada una de ellas. Por otra parte, aunque en el libro se lo llama “conde”, Drácula nunca se define a sí mismo con ese título, sino como “boyardo” o noble transilvano. 



Un aspecto interesante y moderno de la novela es la pluralidad de narradores y soportes, pues la historia se construye a partir de fragmentos de diarios personales, cartas, artículos periodísticos, informes, minutas y telegramas. Los avances tecnológicos también están presentes en el libro, pues uno de los personajes, John Seward, registra sus impresiones en un fonógrafo de cilindro, el primer sistema de grabación de la historia, comercializado entre 1887 y 1929. 



Bram Stoker invirtió siete años en escribir su novela. La primera edición de “Drácula” salió a la venta entre mayo y junio de 1897 con una tirada de tres mil ejemplares. Aunque contó con el aval de personalidades como Arthur Conan Doyle y Oscar Wilde, el libro tuvo una acogida discreta por parte de la crítica y el público, lo que no supuso grandes beneficios económicos para Stoker, quien incluso falleció en la pobreza en 1912 a la edad de sesenta y cuatro años. 



En 1898 salió la edición húngara de “Drácula”, la primera en lengua extranjera. La traducción española del libro no llegó hasta 1935 y estuvo a cargo de Ediciones Hymsa de Barcelona. 



La primera aparición de Drácula en una película tuvo lugar en 1921, cuando se estrenó “La muerte de Drácula”, cinta húngara hoy perdida, pues solo han llegado hasta nosotros un afiche y dos fotogramas. 



En 1922 se estrenó en Alemania la primera adaptación de “Drácula” digna de ese nombre. Dirigida por F. W. Murnau y protagonizada por un cadavérico Max Schreck, “Nosferatu” está considerada una de las obras maestras de la historia del cine. La película se filmó sin contar con los respectivos derechos de autor, por lo que la viuda de Stoker demandó a los productores y exigió la destrucción de todas las copias del film. Su empeño, afortunadamente, no tuvo éxito. 



La imagen actual de Drácula data de 1924, cuando se estrenó una versión teatral del libro a cargo del irlandés Hamilton Deane, quien optó por vestir al conde con un elegante frac y proveerlo de una amplia capa para ayudarlo a “desaparecer” en los cambios de escena, dejando así atrás a la criatura semibestial del libro de Stoker. 



El espectáculo tuvo mucha aceptación y llegó a presentarse en Broadway en 1927, donde el personaje de Drácula estuvo a cargo del actor húngaro Bela Lugosi, quien también protagonizó la exitosa versión cinematográfica producida por los estudios Universal, dirigida por Tod Browning y estrenada en 1931. Lugosi se identificó tanto con su personaje que fue enterrado con el traje de vampiro a su muerte en 1956. 



Otro hito en la filmografía del aristócrata transilvano llegó en 1958, cuando la productora inglesa Hammer lanzó su colorido “Drácula” protagonizado por Christopher Lee, el actor que más veces ha encarnado al conde en la historia del cine, ya que llegó a vestir la capa y los colmillos en nueve ocasiones.



Drácula es, junto con Sherlock Holmes, el personaje más adaptado a la pantalla grande. Se estima que se han rodado más de doscientos films sobre el conde chupasangre. Entre los muchos actores que lo han encarnado destacan (además de los ya nombrados) Jack Palance, Klaus Kinski, Frank Langella, David Carradine, Gerard Butler, Leslie Nielsen y Gary Oldman. Este último protagonizó una de las versiones más barrocas del libro de Stoker, estrenada en 1992 bajo la dirección de Francis Ford Coppola. 



 Twitter: @mhnissnick 
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