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Cuentos de guerra

  • EDGAR MORENO-URIBE

10/05/2018 06:00 am

No es novedoso que la auténtica literatura dramatúrgica aborde la temática bélica y su efecto devastador en la vida de los seres humanos sobrevivientes, los dramaturgos griegos así lo demuestran a pesar del paso de los siglos. Y ahora en Venezuela se les recuerda con satisfacción. Esto lo decimos, muy sentidamente, porque hemos visto el conmovedor espectáculo  Cuentos de guerra para dormir en paz, texto original de Karim Valecillos, que la Compañía Regional de Teatro de Portuguesa (CRTP), según la contundente puesta en escena que ha logrado Aníbal Grunn y presentado en el VII Festival Internacional de Teatro de Caracas 2018, educativo y lúdico evento que Fundarte realizó en la capital venezolana entre el 27 de abril y el 6 de mayo de este electoral año.

De Guanare para el mundo

Es necesario recordar que la CRTP fue creada en el año 1992 en Guanare (Portuguesa) para formar parte del Proyecto Nacional de Compañías Regionales de Teatro, ideado y puesto en marcha por el secretario de teatro del Conac, Herman Lejter, el cual propugnaba la regionalización del hecho escénico y por ende la conformación de un nuevo mapa teatral para Venezuela. Hacia 1994, el Sistema de Compañías Regionales de Teatro lo conformaban 22 instituciones ubicadas en cada uno de las regiones, a fin de propiciar un desarrollo teatral de calidad en cada una de las localidades. Estas instituciones estaban dedicadas a la formación integral, la creación, la investigación, la producción y la difusión teatral.

La CRTP debutó con Crónica de invierno, de Alberto Ravara, dirigida por Carlos Arroyo, y desde entonces dicha compañía, una de las pocas que ha sobrevivido, se ha dedicado a la creación, mostrando piezas venezolanas y latinoamericanas. Desde 1992 sus espectaculos han estado bajo la dirección y producción de Carlos Arroyo, sin embargo durante el transcurrir de los años la compañía ha contado con la participación de directores de alta trayectoria nacional e internacional, entre ellos están Alberto Ravara, Aníbal Grunn, Alberto Sarraín, Armando Holzer, Karol Wisnieswky, entre otros.

Es, pues, por toda esa historia de trabajos positivos para el movimiento teatral criollo que la CRTP se ha convertido en una de las más importantes del pais, para no decir que es la unica, ya que la mayoría de las agrupaciones han desaparecido como tal y se han convertido en grupos de maletín o de “el vente tú”, por diversas razones socioeconómicas, para no añadir o citar el elemento político o politiquero que es una especie de espada de Damocles.

Carnicerías Bélicas

Tras puntualizar este aspectos sobre la importancia cultural de la CRTP, la cual además organiza anualmente un Festival Internacional en Guanare, debemos subrayar que los comediantes vinieron a Caracas, tras siete horas de carretera, para mostrar durante dos noches en la histórica sala Rajatabla (gracias a sus fundadores Carlos Gimenez y Francisco Alfaro), un montaje con cuatro mini textos que evocan las carnicerías humanas (físicas y sentimentales) presentes en los conflictos bélicos, sean guerras declaradas o las nefastas contiendas civiles, tal como lo exhibe su estrujante espectáculo Cuentos de guerra para dormir en paz. 

La dramaturga Valecillos logró en sus cuatro minobras -se las estrenó Jesus Carreño, hace no menos de diez años en el Ateneo de Caracas, y ahora él lucha para sobrevivir en Bogotá- enfocadas en las sagas íntimas de las víctimas de diversos conflictos bélicos. Ahí están, pues: Grita Casandra, que revela la historia de dos hermanas, que en medio de la separación de Yugoslavia sobreviven refugiándose en la ficción de la telenovela venezolana Casandra, pero el fratricidio las asecha. Un chiste de las Malvinas es la paranoica reflexión de dos excombatientes de las Malvinas y sus conflictos contra sus demonios, ya que no aceptan que perdieron la lucha con el Reino Unido, aunque tratan de tranquilizarse aceptando que son “subcampeones”. El Medio Oriente es de Carúpano pa`ca ubica a una pareja venezolanas  en el centro de una guerra lejana que sí afecta a todos los seres humanos, mientras ellos sensibles espectadores temen que las llamas de esas conflagraciones también los alcancen. Y Mandrake Copperfield, Hijo de Houdini que es sobre la muerte en vida de miles de desplazados colombianos que abandonan involuntariamente sus terruños para afrontar la lucha cotidiana en un país extraño (aunque sea vecino) para construir un mañana incierto.

Mandrake Copperfield, Hijo de Houdini es la diáspora o éxodo a la colombiana que se vive en Ecuador y en esta Tierra de Gracia, pero ocasiones va hacia Europa o Estados Unidos; para hablar de todos aquellos desplazados por la cainita violencia colombiana habría que escribir no una sino una docenas de piezas, porque sus cuentos hacen hueco en los estómagos de quienes las escuchan o las han vivido en carne propia, ya que la más cruel de las guerras es el destierro por la soledad cotidiana y por ende la ausencia o la prohibición misma del amor cuando este asoma.

En Cuentos de guerra para dormir en paz se detecta –y lo exaltamos- no sólo la abierta repulsión de sus artistas hacia los horrores de los conflictos bélicos, sino un afán de romper las estéticas convencionales que sofocan al teatro criollo. Y por eso incursionan ahora en una combinación con música en vivo. Una evidente y positiva manifestación del talento artístico congregado en esa agrupación portugueseña, de la cual esperamos más y mejores eventos teatrales. El acierto y el error serán sus lenguajes perennes hasta que logren la consagración o la fama. ¡Y después volverán a empezar... si sobreviven!

Ahí participan: Mercy Mendoza, Evis Cuellar, Jesus Plaza y Carlos Moreno, además de Wilfredo Peraza, el trovador con su guitarra que matiza la patética amargura de cada uno de los cuatro cuadros, además de la introducción y el colofón, cuando los actores salen descalzos para decirle al público que, ellos como venezolanos sensibles y comprometidos, “solo le piden a Dios, que la guerra no les sea indiferentes, porque es un monstruo grande y pisa fuerte sobre la pobre inocencia de la gente”.

Pero este montaje no habría sido posible sin la hermosa entrega de todos sus histriones ahí involucrados, especialmente durante el cuarto miniteatro relacionado con los desplazados colombianos, donde una pareja colombiana se abraza y sueña con el amor cercano e íntimo, en medio de su tragedia. Ahí el humor y la risa se transforman en ira y violencia ante el desatino que impera en las fronteras con Ecuador y Venezuela, las más importantes y las más críticas, donde lo que sucede es superior a lo que refleja la escena misma.

Una guerra sin fin

Ahí están, pues: el drama que tienen que vivir dos hermanas separadas por los prejuicios raciales en la guerra de Croacia y Serbia; la triste vida que llevan dos excombatientes de la guerra de las Malvinas, sus miedos, sus recurrentes pesadillas y sus rechazos de esa hipócrita sociedad donde viven; el conflicto pasional de una pareja del oriente venezolano, que presos de la ignorancia se ven envueltos en la guerra del Golfo Pérsico, y el desplazamiento que han tenido que sufrir los colombianos hacia las fronteras por el conflicto entre las guerrillas y los gobiernos, una guerra de más 50 años que se niega a desaparecer, porque ninguna de las partes se tiene confianza, todos se tienen miedo, ya que se acostumbraron a la guerra, aunque las nuevas generaciones piensan un tanto diferente a sus abuelos.

¡Y uno hasta lagrimea por no poder hacer nada verdaderamente contundente! Tal como lo sentimos y escribimos ante aquel memorable estreno, el cual ahora se repetido. Gracias a la CRTP hemos sentido de nuevo todo aquello y de nuevo se ahogaron nuestros ojos. Son cuatro cuentos, muy bien echados y construidos por Grunn y todo su equipo, para plasmar así la cruenta realidad de la guerra y su flagelo en cada uno de los momentos que evocan.

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