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Renacer lejos de casa

Es muy común que futbolistas subestimados en grandes clubes, luego iluminen el mundo

  • RUBÉN DARÍO HERNÁNDEZ

29/06/2025 06:37 am

Caracas.- En el feroz ecosistema del fútbol moderno, donde la paciencia escasea y los fichajes millonarios prometen gloria instantánea, una pregunta resuena en los vestuarios y las gradas: ¿Cuándo un jugador fracasa?

Un fascinante debate se produjo en “El 412 Programa del Fútbol”, que se difunde en Facebook desde Argentina, y que reveló que lo que muchos aficionados etiquetan como fracaso, suele ser un coctel de mala adaptación, falta de oportunidades o simplemente, un entorno que no supo encender la chispa. La historia está repleta de talentos que, tras pasar desapercibidos o ser subestimados en un club de los grandes, se convirtieron en leyendas vistiendo otra camiseta.

El caso Manchester United
El club de Old Trafford acumula casos emblemáticos. Cole Palmer, apenas una sombra en el Manchester United (6 goles en 41 partidos), explotó en Chelsea: 40 goles y 26 asistencias en apenas dos temporadas, candidato a mejor jugador de la Premier.

Asimismo, Scott McTominay, tras ocho discretos años en el United, se coronó campeón y mejor jugador de la Serie A con el Nápoli italiano en una sola campaña (13 goles en 36 partidos).

Pero quizás el ejemplo más doloroso para los 'Red Devils' sea el del uruguayo Diego Forlán, quien fue relegado a la banca por el técnico Alex Ferguson, quien le alineó en apenas 98 partidos, en los cuales consiguió anotar 17 goles.

Su huida a España lo transformó en un auténtico crack: Bota de Oro con Villarreal y Atlético de Madrid, donde su leyenda se forjó a golpes de eficacia y liderazgo.

Otro “prisionero” en el Manchester fue el neerlandés Memphis Depay, quien llegó a declarar: "Quiero sacar mis alas, ser libre, escapar de esta prisión". Solo siete goles marcó Memphis en Old Trafford, mientras que con el Lyon francés resurgió con 76 goles y 55 asistencias.

Y ¿qué me dicen del brasileño Antony?, hoy brillando en el Betis tras su opaco ciclo en Inglaterra. "En el United me sentía presionado, triste... solo quería irme", dijo en su momento el paulista de 25 años.

Chelsea suma errores
El club londinense también tiene capítulos de arrepentimiento. El belga Kevin De Bruyne, hoy arquitecto del Manchester City y dueño de 19 títulos, fue ignorado reiteradamente por el técnico portugués Jose Mourinho, quien apenas lo alineó en nueve partidos, en los que no marcó goles.

Bueno, De Bruyne necesitó el Wolfsburg para mostrar su genio (20 goles, 35 asistencias) antes de convertirse en mito ‘sky blue’ de los citizens.
Igual de sangrante es la historia del atacante egipcio Mohamed Salah, quien tras conseguir dos goles en 19 encuentros fue despedido por el Chelsea.

En Italia mostró sus argumentos con la Fiorentina y Roma, pero con el Liverpool consiguió su trono: 245 goles y 111 asistencias, "el mejor extranjero en la historia de la Premier". Un auténtico ‘monstruo’, como lo definen.

Del ostracismo al Olimpo
Pero el patrón no es exclusividad de Inglaterra, de hecho, se repite con asiduidad en otras latitudes.

El camerunés Samuel Eto'o, invisible y sin goles en el Real Madrid, se convirtió en emblema del Barcelona (130 goles) y héroe del Mallorca.

Por su parte, el noruego Martin Ødegaard, perdido en la cantera madridista (11 partidos en tres años), es ahora el capitán y alma del Arsenal; mientras que el brasileño Thiago Alcántara, oscurecido por los técnicos Xavi e Iniesta en el Barcelona, floreció en el Bayern Múnich como uno de los mejores centrocampistas de Europa.

Lo mismo ocurrió con el francés Ousmane Dembélé, etiquetado como "fracaso" en Barcelona, hoy es la figura del campeón de la Champions League, el París Saint-Germain y aspira al Balón de Oro.

¿El talento necesita tierra fértil?
El debate expuesto por los analistas del “412 Programa del Fútbol” deja lecciones claras. Primero: etiquetar un paso por un club como "fracaso" es simplista. Muchas veces, es falta de adaptación, un sistema táctico inadecuado, competencia feroz en el puesto o simplemente, la desconfianza de un entrenador.

Segundo: un jugador no es un producto terminado. Cole Palmer, Mohamed Salah o Kevin De Bruyne necesitaron tiempo y confianza para explotar; y su "fracaso" inicial fue solo una etapa de gestación.

Tercero, y crucial: el éxito no se mide solo en títulos. ¿Fue Forlán más feliz y realizado marcando goles a raudales en España, que levantando copas como suplente en Inglaterra? Las estadísticas no miden la presión interna, la felicidad en el campo o la sensación de ser imprescindible. Un entorno que valora, empodera y da continuidad puede transformar a un "fichaje fallido" en una estrella global.

En el fútbol, como en la vida, el lugar correcto lo es todo. Estos "Ave Fénix" del césped nos recuerdan que, a veces, para volar más alto, hay que cambiar de nido. Su resurrección no es solo un triunfo personal; es una advertencia a los gigantes: el talento descuidado siempre encuentra dónde encenderse de nuevo.

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