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Entorno Urbano

Crear Responsabilidad

La población depende del Estado en lugar de lo contrario, cuando los gobiernos disponían solo de lo recaudado por impuestos, tasas y tarifas.

  • VICTOR ARTIS

18/01/2020 06:00 am

Hasta donde alcanza la memoria, creíamos vivir en un país privilegiado donde no era necesario un gran esfuerzo para vivir bien. Las remuneraciones alcanzaban para los gastos familiares básicos en alimentación, vestimenta y movilidad, las tarifas de los servicios públicos eran bajas y había facilidades para adquirir viviendas. 

La mitad de la población recibía ingresos bajos pero su salud era atendida gratuitamente, nada pagaba por los servicios públicos y no era desalojada si invadía terrenos para construir una casa que podía ampliar al crecer la familia o para aumentar sus ingresos. Toda persona con oficio o profesión podía prosperar y creer que el país era rico. Pero la riqueza es del gobierno gracias a la legislación colonial que atribuía la propiedad del sub suelo al Rey; allí están incluidos el agua, el carbón, todos los minerales y el petróleo, origen de los inmensos ingresos recibidos al aumentar la demanda mundial de energía Somos una nación rentista que vive de ordeñar el suelo, no de exportar trabajo. Gracias a la protección de aranceles, muchas empresas sustituyen importaciones sin el propósito de competir en otros mercados y el mérito de las excepciones no se reconoce cuando debería ser al revés. Exportar era un objetivo de las industrias básicas en Guayana y lo cumplían y por ello su decadencia abrupta es inexplicable.

Hoy los términos están invertidos y la población depende del Estado en lugar de lo contrario, cuando los gobiernos disponían solo de lo recaudado por impuestos, tasas y tarifas. La realidad parece decir con mucha claridad que Venezuela ya es un país pobre y que revertir esa condición no será posible vendiendo petróleo y carbón porque además de ser una ilusión, también es una desfachatez pretender vivir holgadamente de vender productos que dañan la salud del planeta y por ello van en retirada. Habrá que aceptar que somos un sociedad pobre y procurar la prosperidad de todos; eso implica convencer a la población de que todos deberemos aportar y que nada puede ser gratuito. Deberemos por tanto desechar a las dirigencias que ofrecen todo a cambio de nada porque mienten y además engañan al decir “el país que merecemos”. 

 No merecemos nada, es solo otra forma de ofrecer o desear que “alguien arregle esto.” A lo que debemos aspirar es a tener la oportunidad de contribuir a enrumbar con seriedad el país en una senda estable de prosperidad que provenga de exportar trabajo. Pasará mucho tiempo mientras aprendemos y aceptamos que es nefasta la actitud plañidera de pedir que “me resuelvan” eludiendo aportar, tal como sin darse cuenta, promueven los medios de comunicación que difunden defectos, carencias y quejas pero se abstienen de mencionar aspectos como los costos para mantener los servicios y producir combustibles. Quizás temen perder popularidad pero se pierde la oportunidad de educar a la población explicando que disponer de agua, energía y comunicaciones no es una dádiva celestial, alguien tiene que pagar lo que cuesta producir lo que se consume y no será la nación porque ya no dispone de recursos para permitirse mirar a otro lado ante el maltrato de los sistemas y el desperdicio. Para generar responsabilidad convendrá saber utilizar el potencial educativo depositado en los medios.  
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