Formar Responsabilidad
En su artículo el arquitecto Victor Artis, habla que cuando Venezuela era una provincia poco importante para el reino español, imperaban el contrabando y la corrupción y los cargos públicos se vendían al mejor postor
Victor Artís
“porque como no
suelen venir a estas tierras sino dos géneros de personas, o de los que buscan
a hacer fortuna, o de vagamundos quienes…… causan más perjuicio que provecho….”
Pedro J. de Olavarriaga, censo de la provincia de
Venezuela. 1720 - 1721
Al
inicio del siglo XVIII, Venezuela era una provincia poco importante para el
reino español, imperaban el contrabando y la corrupción y los cargos públicos
se vendían al mejor postor. Los enviados a gobernar eran temporales y “”llevados por el interés y la avaricia,
permitían la salida y entrada de frutos” e insinuaban que era imposible
eliminar el contrabando “por ser los interesados en su continuación”. Olavarriaga calificó a los descendientes de
las primeras familias españolas como “flojos y perezosos” y observó que quienes
tienen tierras en las costas y tierra adentro no las cuidan como deben y “dejan
que los mayordomos hurten”
¿Convendrá
analizar si perduran algunos de esos resabios de tres siglos atrás? Quizás de ahí vengan el culto a los permisos,
la venta de combustibles y productos en alta mar y en las fronteras terrestres,
actividades atadas a las diferencias monetarias y toleradas por quienes
deberían controlar. Otros síntomas han
sido el sacar dinero de programas oficiales acertados como el Arrendamiento de
activos fijos con opción de compra (CAP I) y el Fondo Chino, así como los
créditos baratos y hasta condonables para producir alimentos, sistema para
vivir bien sin ensuciarse las manos. Si en algún momento fuera posible revisar
los modos de gobernar, estas experiencias deberían recordarse para evitar que
los oportunistas sigan obstruyendo el progreso.
En lo urbano la falta de responsabilidad es
evidente en la reticencia a pagar impuestos municipales y en el temor de los
gobernantes a perder votos si propusieran acercar las contribuciones a los
costos operativos. En urbanizaciones como
Cerro Verde, El Cigarral, La Lagunita y Alto Hatillo, más del ochenta por
ciento de los contribuyentes son morosos crónicos y no se divulga el aforo, lo
recaudado, el gasto en mantenimiento ni el necesario. Si algún día entendiéramos las ciudades como
condominios que requieren aportes de todos, las tarifas de los servicios públicos
cubrirían el costo de suministrarlos, pero esto no ocurrirá mientras los
gobernantes teman inclinar en su contra los resultados electorales.
Formar
una sociedad de ciudadanos responsables debería ser una tarea fundamental indispensable
porque al perder importancia el petróleo vamos hacia el fin de la vida fácil. Esperar
un programa oficial en ese sentido seria utópico ya que no produciría frutos
electorales inmediatos, porque los resultados vendrían a largo plazo y en
especial por el riesgo de que una ciudadanía responsable
rechace a quienes solo saben dedicarse a la política.
Sin
embargo, nada impide a la sociedad intentar iniciativas opcionales y hasta elementales
como ofrecer, en instituciones educacionales privadas, instrucción en el manejo
de automóviles, con énfasis en el conocimiento de la legislación y en el
comportamiento en el tránsito, más que en el simple pisar pedales y mover
volantes. De mayor trascendencia seria promover
competencias en juegos de simulación de la administración urbana, como SIM CITY
u otros, basados tanto en estimular la conciencia colectiva de los ciudadanos como
el principio de aportar para operar y mantener las ciudades. Como antes dicho, sorpresivo seria que estas iniciativas vinieran de quienes solo pueden
vivir de la política, aunque lo justo es mantener esperanzas en el buen
desempeño de excepciones libres de flojera y dejadez.