Agricultura ancestral: Conucos y más
En Venezuela comúnmente hemos visto al conuco como nuestro propio sistema agroalimentario ancestral. Sin embargo, la realidad de nuestra historia agrícola es mucho más compleja, rica y diversa”
JUAN CARLOS REY GONZÁLEZ
En muchas oportunidades se ha destacado el rol que juegan los pueblos indígenas como protectores de la biodiversidad y custodios de conocimientos ancestrales sobre la gestión de recursos naturales, innovaciones y sistemas alimentarios. En este sentido, se ha enfatizado en la necesidad de que tanto científicos, como productores agrícolas y actores políticos, tomen en cuenta la interculturalidad para comprender e impulsar estos conocimientos como alternativas complementarias, capaces de impulsar modelos de desarrollo propios que contribuyan a garantizar la seguridad y soberanía alimentaria en un marco sustentable; no solo para los propios pueblos indígenas sino para toda la población.
En Venezuela comúnmente hemos visto al conuco como nuestro propio sistema agroalimentario ancestral. Sin embargo, la realidad de nuestra historia agrícola es mucho más compleja, rica y diversa.
"Conuco" es una palabra de origen taíno, usada por los indígenas de las grandes Antillas antes de la llegada europea para referirse a sus tierras de cultivo. Esta palabra fue adoptada rápidamente por los conquistadores europeos, quienes desde el siglo XVI la popularizaron, utilizándola para referirse a los diferentes tipos de cultivos gestionados por las comunidades indígenas a lo largo y ancho de todo el Caribe (incluyendo las costas de nuestro país).
Posteriormente el término comenzó a ser usado para referirse, de manera genérica, no solo a la diversidad de sistemas propiamente indígenas o de origen indígena, sino también a las diferentes estrategias agrícolas que fueron desarrolladas a nivel familiar tanto por las poblaciones campesinas mestizas como por las afrodescendientes. Entonces, en lugar de referirnos a "el conuco" como un modelo único, más bien deberíamos referirnos a diversos tipos de conucos, los cuales difieren enormemente entre sí con respecto a su extensión, formas de organización del trabajo, tipos de cultivos, ciclos y calendarios estacionales definidos por la cosmovisión de cada grupo, entre muchas otras características.
Por lo general los conucos se basan en la lógica de los sistemas de tala y quema, los cuales consisten en la deforestación de secciones limitadas de bosques, por medio de hachas y fuego, para seguidamente establecer cultivos de ciclo corto por dos o tres años. Posteriormente, cuando disminuye su fertilidad, son dejados sin cultivar por períodos de descanso que pueden durar hasta diez años.
Esto supone la rotación entre diferentes secciones del bosque para mantener permanentemente algún conuco activo y en plena productividad. Aunque la eficiencia ecológica de estos sistemas ha sido puesta en duda, los conucos han sido sumamente exitosos durante los últimos 500 años cumpliendo su función básica: garantizar la seguridad alimentaria de los grupos familiares.
Ahora bien, a pesar de lo que se cree comúnmente, antes de la conquista europea los conucos no fueron ni los únicos ni los principales sistemas agrícolas desarrollados por los pueblos indígenas en el territorio que actualmente ocupa Venezuela. Así como los conucos, algunos de estos otros sistemas eran de muy baja intensidad y se desarrollaban alrededor del trabajo y subsistencia de las unidades domésticas o familiares. Sin embargo, en otros casos se desarrollaron sistemas a gran escala con capacidad para producir importantes volúmenes de alimentos a partir de la organización del trabajo comunitario.
Por ejemplo, sabemos bastante bien que a partir del año 500 después de Cristo, los pobladores de lo que actualmente son nuestros llanos occidentales comenzaron a transformar el paisaje de la región. Además de gestionar quemas regulares que modificaron la cobertura vegetal de la zona, dieron inicio a la modificación intencional de las diferentes unidades de relieve llanero (bancos, bajíos y esteros) a partir de la construcción de canales y diques, creando sistemas que incrementaban las capacidades agrícolas de los suelos y propiciaban la intensificación de la producción.
Así, quienes hoy recorren la vía entre El Baúl y Apurito, atravesando el municipio Arismendi del estado Barinas, pueden desviarse a la derecha, siguiendo el curso del Caño Ventosidad, hasta llegar al Hato La Candelaria. Allí aún se observan las huellas de más de 1.550 hectáreas de terraplenes paralelos que fueron construidos en tiempos prehispánicos con el propósito de elevar el nivel del suelo para mejorar el drenaje de las tierras y permitir la intensificación agrícola.
Estas estructuras que recorren distancias de más de un kilómetro, llegan a elevarse hasta cinco metros y ocupan hasta 25 metros de ancho, creando canales de hasta siete metros de entre ellas. Estos canales paralelos conducen el exceso de agua en temporadas de lluvia, evitando las inundaciones; además, en la época seca retienen suficiente humedad como para permitir la continuidad de la siembra.
De esta manera, estas estructuras supusieron el desarrollo hace unos mil años de una tecnología hidráulica muy similar a la utilizada en el sistema de módulos levantado cerca de la población de Mantecal por el Gobierno venezolano en 1967, a partir del "Plan de Control de Aguas y Recuperación de Tierras del Estado Apure".
Así como este caso, hay muchos sistemas agrícolas que fueron desarrollados en tiempos prehispánicos pero de cuyo funcionamiento y potencialidades conocemos muy poco. Si realmente consideramos que los conocimientos generados por los pueblos indígenas pueden ser opciones para impulsar modelos de desarrollo alternativos, resulta necesario que los reconozcamos e impulsemos su estudio a mayor profundidad.
@huellasdelotro
En muchas oportunidades se ha destacado el rol que juegan los pueblos indígenas como protectores de la biodiversidad y custodios de conocimientos ancestrales sobre la gestión de recursos naturales, innovaciones y sistemas alimentarios. En este sentido, se ha enfatizado en la necesidad de que tanto científicos, como productores agrícolas y actores políticos, tomen en cuenta la interculturalidad para comprender e impulsar estos conocimientos como alternativas complementarias, capaces de impulsar modelos de desarrollo propios que contribuyan a garantizar la seguridad y soberanía alimentaria en un marco sustentable; no solo para los propios pueblos indígenas sino para toda la población.
En Venezuela comúnmente hemos visto al conuco como nuestro propio sistema agroalimentario ancestral. Sin embargo, la realidad de nuestra historia agrícola es mucho más compleja, rica y diversa.
"Conuco" es una palabra de origen taíno, usada por los indígenas de las grandes Antillas antes de la llegada europea para referirse a sus tierras de cultivo. Esta palabra fue adoptada rápidamente por los conquistadores europeos, quienes desde el siglo XVI la popularizaron, utilizándola para referirse a los diferentes tipos de cultivos gestionados por las comunidades indígenas a lo largo y ancho de todo el Caribe (incluyendo las costas de nuestro país).
Posteriormente el término comenzó a ser usado para referirse, de manera genérica, no solo a la diversidad de sistemas propiamente indígenas o de origen indígena, sino también a las diferentes estrategias agrícolas que fueron desarrolladas a nivel familiar tanto por las poblaciones campesinas mestizas como por las afrodescendientes. Entonces, en lugar de referirnos a "el conuco" como un modelo único, más bien deberíamos referirnos a diversos tipos de conucos, los cuales difieren enormemente entre sí con respecto a su extensión, formas de organización del trabajo, tipos de cultivos, ciclos y calendarios estacionales definidos por la cosmovisión de cada grupo, entre muchas otras características.
Por lo general los conucos se basan en la lógica de los sistemas de tala y quema, los cuales consisten en la deforestación de secciones limitadas de bosques, por medio de hachas y fuego, para seguidamente establecer cultivos de ciclo corto por dos o tres años. Posteriormente, cuando disminuye su fertilidad, son dejados sin cultivar por períodos de descanso que pueden durar hasta diez años.
Esto supone la rotación entre diferentes secciones del bosque para mantener permanentemente algún conuco activo y en plena productividad. Aunque la eficiencia ecológica de estos sistemas ha sido puesta en duda, los conucos han sido sumamente exitosos durante los últimos 500 años cumpliendo su función básica: garantizar la seguridad alimentaria de los grupos familiares.
Ahora bien, a pesar de lo que se cree comúnmente, antes de la conquista europea los conucos no fueron ni los únicos ni los principales sistemas agrícolas desarrollados por los pueblos indígenas en el territorio que actualmente ocupa Venezuela. Así como los conucos, algunos de estos otros sistemas eran de muy baja intensidad y se desarrollaban alrededor del trabajo y subsistencia de las unidades domésticas o familiares. Sin embargo, en otros casos se desarrollaron sistemas a gran escala con capacidad para producir importantes volúmenes de alimentos a partir de la organización del trabajo comunitario.
Por ejemplo, sabemos bastante bien que a partir del año 500 después de Cristo, los pobladores de lo que actualmente son nuestros llanos occidentales comenzaron a transformar el paisaje de la región. Además de gestionar quemas regulares que modificaron la cobertura vegetal de la zona, dieron inicio a la modificación intencional de las diferentes unidades de relieve llanero (bancos, bajíos y esteros) a partir de la construcción de canales y diques, creando sistemas que incrementaban las capacidades agrícolas de los suelos y propiciaban la intensificación de la producción.
Así, quienes hoy recorren la vía entre El Baúl y Apurito, atravesando el municipio Arismendi del estado Barinas, pueden desviarse a la derecha, siguiendo el curso del Caño Ventosidad, hasta llegar al Hato La Candelaria. Allí aún se observan las huellas de más de 1.550 hectáreas de terraplenes paralelos que fueron construidos en tiempos prehispánicos con el propósito de elevar el nivel del suelo para mejorar el drenaje de las tierras y permitir la intensificación agrícola.
Estas estructuras que recorren distancias de más de un kilómetro, llegan a elevarse hasta cinco metros y ocupan hasta 25 metros de ancho, creando canales de hasta siete metros de entre ellas. Estos canales paralelos conducen el exceso de agua en temporadas de lluvia, evitando las inundaciones; además, en la época seca retienen suficiente humedad como para permitir la continuidad de la siembra.
De esta manera, estas estructuras supusieron el desarrollo hace unos mil años de una tecnología hidráulica muy similar a la utilizada en el sistema de módulos levantado cerca de la población de Mantecal por el Gobierno venezolano en 1967, a partir del "Plan de Control de Aguas y Recuperación de Tierras del Estado Apure".
Así como este caso, hay muchos sistemas agrícolas que fueron desarrollados en tiempos prehispánicos pero de cuyo funcionamiento y potencialidades conocemos muy poco. Si realmente consideramos que los conocimientos generados por los pueblos indígenas pueden ser opciones para impulsar modelos de desarrollo alternativos, resulta necesario que los reconozcamos e impulsemos su estudio a mayor profundidad.
@huellasdelotro
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