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La solidaridad alimenta a los futbolistas de San Isidro

El comedor busca garantizar que los niños se mantengan en la cancha

  • DELIA MENESES

16/06/2018 05:42 pm

Sus ídolos son Ronaldinho, Deyna Castellanos, Arango, Messi y Cristiano. Los 200 niños y niñas que juegan fútbol en la parte alta del barrio San Isidro, en Petare, sueñan alto pero en los últimos tiempos el estómago habla más fuerte y las piernas a veces no les responden como quisieran. 

Mario Berdugo es su entrenador y muchos le piden la bendición aunque no exista nexo sanguíneo. Él les enseña todo lo que sabe y reconoce en los pequeños cualidades excepcionales sobre el campo. Desde que compiten en la Liga Municipal de Sucre llevan 12 campeonatos ganados. 

"Para mí es una bendición la creación de este comedor en la casa de Felipa, una vecina del barrio. A veces los niños llegan a entrenar con la moral por el piso, empezamos a estirar, a calentar y muchos me dicen que no se sienten bien y que no pueden seguir porque no han comido. Yo les digo que se queden sentados porque no pueden gastar la energía que no tienen. En los últimos meses la crisis económica se ha sentido con fuerza en sus hogares y muchos dejan de entrenar".

El comedor se inauguró gracias a la iniciativa de la Fundación Pasión Petare y del programa Alimenta la Solidaridad, que llevan adelante Ángel Alvarado y Andrés Schloeter, concejales del municipio Sucre, más el apoyo de particulares y miembros de la comunidad. 

Sonia Pérez, gerente general de Pasión Petare, explica que su objetivo es fomentar el deporte. El sentido del plato de comida que se sirve en Villa Esperanza a 125 niños y ahora en San Isidro a 160 es que los niños asistan a las prácticas, al tiempo que se recrean, aprenden valores y disciplina. 

La escuela de fútbol Intercampus tiene 13 años en San Isidro y su entrenador recuerda la necesidad que tienen de una cancha más grande pues la actual es muy pequeña. 

Con el de San Isidro ya suman diez los comedores que apoya el programa Alimenta la Solidaridad y unos mil niños beneficiados. Alvarado precisa que, aunque estas acciones no resuelven la crisis, son una especie de muro de contención para proteger a los niños. 

Schloeter destaca la disposición de los vecinos como Felipa que prestan de forma desinteresada su casa, sus muebles y sus manos para llevar un plato de comida a los más vulnerables del barrio. "Ellos se sobreponen a las dificultades, son solidarios y no se detienen, representan la esencia de lo que somos como venezolanos". 

Instalar un comedor en Mesuca es la próxima meta y la filosofía es la misma: "la fuerza de la solidaridad es la única manera de salir de esta crisis y dar comida es dar amor", destaca Alvarado.  
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