"Cuando hace 5 años perdí totalmente la visión al principio sentí una gran frustración, durante semanas me quedé en casa y no quería salir, hasta que entendí que la existencia no se acaba porque uno pierda un sentido, sino que hay que aprender a vivir otra vez", explica Rafael Valdez, quien al momento de quedar ciego regentaba un negocio familiar de relojería, era comerciante y le iba muy buen en ese ramo.
Valdez cuenta que al reponerse de su drama personal, buscó ayuda profesional, se relacionó con otras personas que presentaban condiciones similares, se rehabilitó en talleres de la Sociedad Amigos de los Ciegos, aprendió el método Braille, a usar el bastón y a movilizarse. Se capacitó en labores del día a día, se entrenó en programas tecnológicos para invidentes, como el de telefonía táctil, y "con el apoyo de mi esposa me convertí en alguien independiente. Ando solo, hago labores del hogar, arreglos de plomería, tengo un gran sentido del oído y me siento útil en mi casa y en la sociedad".
Recuerda que hace 20 años perdió un ojo por desprendimiento de retina.
Muchos años después tuvo cataratas que le dificultaron la función visual en el ojo que conservaba. Tras dos meses de la intervención quedó ciego de nuevo y se volvió a operar. Poco después perdió totalmente la visión y no volvió a recuperarla. Su sistema visual había quedado "sin señal, sin conexión", informaron especialistas.
"Mi luto por la discapacidad me duró poco. Mi esposa me apoya, comparte conmigo y me quiere. Eso es invalorable", señala. Actualmente cuenta con 50 años y se dedica al trabajo social en pro de los invidentes, a quienes les brinda herramientas básicas para desenvolverse y luego les da apoyo y orientación sobre dónde capacitarse y hacer terapia.
"Me siento feliz y útil con este rol orientador y de apoyo a ciegos", confiesa.
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