Historias de la violencia: Furia, la tormenta del llano
Un caballo se convirtió en leyenda y en el protagonista de una de las canciones míticas de la música llanera
¿Cómo entender lo que somos si desconocemos lo que fuimos? El tiempo transcurre y, a su paso, las cosas cambian. Nuevas formas de pensar se imponen y buscan borrar el pasado. Medir el ayer bajo la óptica crítica de quien no lo vivió. Así las historias se borran, se olvidan, se censuran.
Hubo una época en la que los capitalinos se jactaban al decir “Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra”; y en realidad era así. El país era un oscuro territorio donde la vida era sencilla, dura, cruel y también divertida.
La faena del trabajador del llano venezolano, misteriosa y salvaje, llena de peligros y de leyendas, y sus actividades, las interminables comitivas para darle de pastar al ganado, el arreo y la doma de toros bravíos, atraía la mirada de curiosos.
Es así como el toreo, el coleo y la corrida se convirtieron en el entretenimiento de miles que tenían pocas oportunidades de eso en sus pueblos casi olvidados en el tiempo.
El coleo pasó a ser deporte y entretenimiento nacional. Los más osados salían a bañarse de adrenalina en una dura competencia contra otros centauros a lo largo de esa polvorienta recta. Todo por la oportunidad de tomar por la cola al toro, revolcarlo y hacerse con una de las cintas que lindas muchachas repartían los sábados, domingos y en las fiestas patronales.
Es esos 300 metros se tejió la historia inmortalizada por Juan de los Santos Conteras, “El Carrao de Palmarito”. Es la historia que se pasea alrededor de sentimientos básicos: envidias, venganzas y estupidez.
Es la historia de un caballo a quien las muchachas llamaron “Azucena”, su nombre era Furia, “el celaje del llano”. La leyenda de Furia se conoce gracias al sonido de arpa, cuatro y maracas que nos cuenta la vida de Furia que comenzó en 1959 cuando el potrillo fue regalado a Don Teodoro Heredia. Siete años más tarde se escribiría la leyenda del triste final del caballo.
La historia recopilada por los conocedores destaca la figura del caballo ruano, que se convirtió en el terror de las mangas, siempre adelante valiente entre todos, aun herido logró imponerse a sus competidores, “un caballo como Furia no lo parirá otra yegua” canta El Carrao, pero sus triunfos, entre los que destaca el Presidente de la República, fueron la causa de su final.
La noche del 27 de enero de 1967 el caballo fue sacado del establo en el que estaba junto a 10 yeguas, lo llevaron a una quebrada donde le dispararon con una pistola, le dieron diez tiros y lo dejaron abandonado para que muriera, pero Furia regresó a su casa, lo encontraron sangrando bajo un roble. Fue atendido por varios veterinarios que sacaron algunas de las balas, pero las heridas eran muy graves y a los ocho días del ataque murió.
Nunca se supo quien fue el asesino del caballo, aunque hay una leyenda que dice que el gatillero, dominado por el remordimiento, confesó el crimen a algunos allegados, pero oficialmente no se supo nunca quien lo mató y como en ese entonces no se castigaba el maltrato animal, el caso quedó sin responsables.
Pero hay una leyenda que cuenta que varias muertes estuvieron relacionadas con Furia, entre las que destaca la del cuidador del caballo, Chamorra, quien fue envenenado con aguardiente, así como familiares de Heredia. De las diez yeguas que acompañaban a Furia, se sabe que fueron robadas. Muchas muertes y misterios que se olvidaron en el pueblo de Tinaco, de donde era el ilustre ganador
Quizá cada vez que sonaba “Furia” en las radios el asesino era herido, por las frases del Carrao: “cuando murió este caballo no quedó quien los sintiera / hasta los niños lloraron las lágrimas verdaderas” y “el que mató a ese caballo se atreve a matar a su abuela”.
Hubo una época en la que los capitalinos se jactaban al decir “Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra”; y en realidad era así. El país era un oscuro territorio donde la vida era sencilla, dura, cruel y también divertida.
La faena del trabajador del llano venezolano, misteriosa y salvaje, llena de peligros y de leyendas, y sus actividades, las interminables comitivas para darle de pastar al ganado, el arreo y la doma de toros bravíos, atraía la mirada de curiosos.
Es así como el toreo, el coleo y la corrida se convirtieron en el entretenimiento de miles que tenían pocas oportunidades de eso en sus pueblos casi olvidados en el tiempo.
El coleo pasó a ser deporte y entretenimiento nacional. Los más osados salían a bañarse de adrenalina en una dura competencia contra otros centauros a lo largo de esa polvorienta recta. Todo por la oportunidad de tomar por la cola al toro, revolcarlo y hacerse con una de las cintas que lindas muchachas repartían los sábados, domingos y en las fiestas patronales.
Es esos 300 metros se tejió la historia inmortalizada por Juan de los Santos Conteras, “El Carrao de Palmarito”. Es la historia que se pasea alrededor de sentimientos básicos: envidias, venganzas y estupidez.
Es la historia de un caballo a quien las muchachas llamaron “Azucena”, su nombre era Furia, “el celaje del llano”. La leyenda de Furia se conoce gracias al sonido de arpa, cuatro y maracas que nos cuenta la vida de Furia que comenzó en 1959 cuando el potrillo fue regalado a Don Teodoro Heredia. Siete años más tarde se escribiría la leyenda del triste final del caballo.
La historia recopilada por los conocedores destaca la figura del caballo ruano, que se convirtió en el terror de las mangas, siempre adelante valiente entre todos, aun herido logró imponerse a sus competidores, “un caballo como Furia no lo parirá otra yegua” canta El Carrao, pero sus triunfos, entre los que destaca el Presidente de la República, fueron la causa de su final.
La noche del 27 de enero de 1967 el caballo fue sacado del establo en el que estaba junto a 10 yeguas, lo llevaron a una quebrada donde le dispararon con una pistola, le dieron diez tiros y lo dejaron abandonado para que muriera, pero Furia regresó a su casa, lo encontraron sangrando bajo un roble. Fue atendido por varios veterinarios que sacaron algunas de las balas, pero las heridas eran muy graves y a los ocho días del ataque murió.
Nunca se supo quien fue el asesino del caballo, aunque hay una leyenda que dice que el gatillero, dominado por el remordimiento, confesó el crimen a algunos allegados, pero oficialmente no se supo nunca quien lo mató y como en ese entonces no se castigaba el maltrato animal, el caso quedó sin responsables.
Pero hay una leyenda que cuenta que varias muertes estuvieron relacionadas con Furia, entre las que destaca la del cuidador del caballo, Chamorra, quien fue envenenado con aguardiente, así como familiares de Heredia. De las diez yeguas que acompañaban a Furia, se sabe que fueron robadas. Muchas muertes y misterios que se olvidaron en el pueblo de Tinaco, de donde era el ilustre ganador
Quizá cada vez que sonaba “Furia” en las radios el asesino era herido, por las frases del Carrao: “cuando murió este caballo no quedó quien los sintiera / hasta los niños lloraron las lágrimas verdaderas” y “el que mató a ese caballo se atreve a matar a su abuela”.
Siguenos en
Telegram,
Instagram,
Facebook y
Twitter
para recibir en directo todas nuestras actualizaciones